La mayoría de las veces consideramos una canción como “deprimente” porque nos recuerda un evento en específico, más que por sus cualidades musicales. Esta etiqueta varía entonces según la persona y no se mantiene fija a través del tiempo. Ahora me sorprende hasta qué grado me afectaban ciertos discos hace 10 años; aunque siguen siendo parte inseparable de mi colección, su efecto en mí ha menguado.
Aun siendo una experiencia subjetiva, existe música universalmente triste: aquellos temas que trascienden gustos y vivencias personales y extienden su manto melancólico sin distinción. No creo que podría enlistar alguno de estos temas porque, con el tiempo, me los he apropiado durante mis momentos de aflicción y he perdido toda objetividad.
Creo que Jason Molina (prolífico músico detrás de la magnífica banda difunta Song: Ohia y de su resurrección Magnolia Electric Co.) tiene el talento (o la maldición) de saber crear esa música cuya sola existencia basta para pintar de gris la atmósfera. El compositor se encerró varios días en una habitación sin ventanas y sin ninguna otra actividad que meditar sobre la depresión, los sentimientos de separación, la zozobra, el miedo y la soledad; el solemne objetivo era traducir esas reflexiones al lenguaje de las notas musicales. El resultado es un álbum de poca difusión, lanzado únicamente en vinilo, titulado Let Me Go, Let Me Go, Let Me Go, de donde extraigo las tres canciones incluidas abajo.
Todavía puedo proclamar sin dudarlo que pertenece a ese universo de tristeza genuina, independiente de preferencias y opiniones (subjetivas). Pero eso seguramente no durará mucho tiempo: la próxima vez que me rompan el corazón tendré a estas canciones como compañía y las incorporaré en mi inventario personal de las expresiones más tristes.
Jason Molina - Get Out, Get Out, Get Out [link1] [link2] (buy)
Jason Molina - It's Easier Now [link1] [link2] (buy)
Jason Molina - Let Me Go, Let Me Go, Let Me Go [link1] [link2] (buy)
La mayoría de las veces consideramos una canción como “deprimente” porque nos recuerda un evento en específico, más que por sus cualidades musicales. Esta etiqueta varía entonces según la persona y no se mantiene fija a través del tiempo. Ahora me sorprende hasta qué grado me afectaban ciertos discos hace 10 años; aunque siguen siendo parte inseparable de mi colección, su efecto en mí ha menguado.
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